VITAMINA D3 1.000 UI 15 ml. SURAVITASAN
Complemento alimenticio a base de Vitamina D3 (colecalciferol) aportando 25 mcg (1.000 UI) por cápsula/gota/pulverización.
Declaraciones saludables (Reglamento UE Nº 432/2012): La Vitamina D3 contribuye a la absorción y utilización normal del calcio y el fósforo. Ayuda a mantener niveles normales de calcio en sangre y contribuye al mantenimiento de los huesos y dientes en condiciones normales. Apoya el funcionamiento normal de los músculos y del sistema inmunitario y contribuye al proceso de división celular.
Ovolactovegetariano, Sin gluten, Sin lácteos
Origen animal: Vitamina D3 (lanolina oveja)
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Información del producto
Nuestra formulación aporta vitamina D en forma de vitamina D3 (colecalciferol) la cual juega un papel fundamental en el mantenimiento de la salud ósea y muscular, regulando el metabolismo del calcio. Previene la pérdida de masa ósea asociada a la edad y disminuye el riesgo de fractura tanto en pacientes de edad avanzada como en mujeres con menopausia.
La Vitamina D3 también contribuye a mantener la integridad del sistema inmunitario.
En una sociedad en la que se estima que más del 50% de la población está en riesgo de padecer deficiencia de vitamina D, cada vez son más los expertos que sugieren incrementar las recomendaciones de vitamina D por lo menos a 800-2000 UI, dosis difíciles de alcanzar sin suplementos.
INGREDIENTES:
VITAMINA D: A la vitamina D se la conoce como la vitamina del sol debido a que el cuerpo la sintetiza tras la exposición a los rayos solares. De 10 a 15 minutos de exposición al sol tres veces a la semana deberían ser suficientes para producir los requerimientos corporales de esta vitamina (1). Sin embargo, muchas personas que viven en climas soleados aun así no producen la suficiente vitamina D y necesitan obtener más de su dieta o suplementos. Es por ello que la hipovitaminosis D es frecuente entre la población de nuestro país y en numerosos estudios se han constatado grupos de riesgo de hipovitaminosis D, como son mujeres en edad fértil o ancianos los cuales tienen menor capacidad de síntesis cutánea. Un adulto de 70 años produce un 75 % menos de vitamina D que una persona de 20 años (2). Es de destacar que la deficiencia de vitamina D está alrededor del 50% de los adultos, jóvenes y niños aparentemente sanos. La producción cutánea de vitamina D es menor en parte debido a la existencia de estrategias protectoras dirigidas a minimizar la exposición solar. En este sentido, un factor de protección solar del 15 bloquea aproximadamente el 99% de la producción cutánea de vitamina D. Los grupos étnicos con hiperpigmentación cutánea requieren una mayor exposición solar para sintetizar cantidades equivalentes de vitamina D en comparación con los individuos de piel blanca. También, la obesidad se asocia a la deficiencia de vitamina D probablemente por una disminución de su biodisponibilidad (1). La deficiencia de vitamina D es un factor de riesgo conocido para la osteoporosis, las caídas y las fracturas de cadera en la población anciana. El mantenimiento de unos valores adecuados de vitamina D en la población adulta permite disminuir las consecuencias de la pérdida de masa ósea en el período posmenopáusico (3).
La vitamina D es transformada en el hígado a 25-hidroxivitamina D (25[OH] D), principal metabolito circulante de la vitamina D. En el riñón es transformada en su forma activa 1,25-dihidroxivitamina D (1,25[OH]2 D), que juega un papel fundamental en el mantenimiento de la salud ósea y muscular, regulando el metabolismo del calcio. La deficiencia de vitamina D reduce la absorción intestinal de calcio en más del 50%. El descenso en la concentración de calcio sérico comporta la secreción de la hormona paratiroidea (PTH) para corregir rápidamente la calcemia a partir de la movilización del calcio del hueso (4). Todas las guías y consensos terapéuticos para el tratamiento de la osteoporosis indican el tratamiento con calcio y vitamina D. Un estatus óptimo en vitamina D durante el tratamiento de la osteoporosis es necesario para maximizar la respuesta a los agentes antiresortivos (alendronato, risedronato, raloxifeno) en términos de cambios en la eficacia anti-fractura (6,11). Asimismo, diversos estudios epidemiológicos constatan que concentraciones séricas bajas de vitamina D se asocian con un riesgo superior de enfermedades crónicas, entre las que se incluyen diabetes y enfermedades cardiovasculares, cáncer de mama, de próstata y de colon, algunas enfermedades autoinmunes, además de raquitismo en niños y osteomalacia en adultos (4-6).
Las recientes evidencias sugieren que la deficiencia de vitamina D juega un papel importante en la génesis del riesgo coronario y de la enfermedad cardiovascular. En este sentido, la deficiencia de vitamina D parece predisponer a la aparición de hipertensión arterial, diabetes mellitus, síndrome metabólico, hipertrofia ventricular izquierda, insuficiencia cardíaca congestiva e inflamación vascular crónica. En un estudio se describió que el aporte de 800 UI de vitamina D comporta una reducción de diabetes tipo 2 del 33%. Se ha señalado una correlación entre la deficiencia de vitamina D y la aparición de episodios cardiovasculares graves en un estudio en el que se observó que la tasa del objetivo cardiovascular, compuesto por infarto de miocardio mortal y no mortal, isquemia, ictus o insuficiencia cardíaca, fue un 53-80% mayor en los sujetos con hipovitaminosis D (8).
Pacientes con hiperparatiroidismo secundario (aumento de los niveles de la hormona PTH por deficiencia de vitamina D) muestran un riesgo coronario dos veces superior al de los pacientes con niveles de PTH normales (7). Un reciente meta-análisis que incluía a 57.000 individuos de 18 ensayos clínicos concluyó que un aporte mayor de 500 UI de vitamina D al día mejoraba la mortalidad global, en parte debido a la disminución de la mortalidad cardiovascular (9).
Se ha evidenciado una participación de la vitamina D sobre el sistema inmunitario ya que modula la respuesta inmunitaria adaptativa y potencia la respuesta inmunitaria innata por lo que presenta un papel relevante en las infecciones. La vitamina D actúa induciendo la diferenciación de monocitos a macrófagos, aumenta la tasa de fagocitosis, aumenta la producción de enzimas lisosomales, disminuye la producción de interleucina (IL 2) y aumenta la de IL10 (10). Se ha cifrado que un adulto ingiere por término medio unos 230 UI de vitamina D al día. Sin embargo, se ha estimado que son necesarias 1.000-2.000 UI para satisfacer las necesidades del organismo para muchos individuos. Numerosos expertos sugieren incrementar las recomendaciones de vitamina D por lo menos a 800-2.000 UI/día, dosis difíciles de alcanzar sin suplementos (1).
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